lunes, 1 de septiembre de 2014

T.D.A.H. (Por: Luis Lemus)

Como ya soy un ruco pelón que le preocupa su próstata, a veces me pongo a pensar en lo mucho que ha cambiado la escena metalera para las nuevas generaciones. Y lo que le falta. Pienso en la facilidad y el cinismo con que ahora hacemos mierda un disco, una banda o hasta un género completo. Pienso en el brevísimo lapso de atención que tenemos ahora (el mismo que no les permitirá terminar de leer esto, porque a quien chingados se le ocurre externar su opinión en más de 140 caracteres).

Asimilamos todo como si fuera un video de Mtv y tenemos que pasar a lo que sigue, y a lo que sigue, y a lo que sigue, sin siquiera prestar atención. La inmediatez con la que disponemos de la información también ha contribuido a ese desdén con que analizamos las producciones artísticas, cualesquiera que sean. Y no se trata de echarle la culpa a la tecnología, al contrario. Que chingón que ya no tenemos que esperar seis meses para que llegue un disco al Chopo y comprarselo bien caro al pinche güey ese cojo que da bien caro. Que chingón que todo está en Pirate Bay y que todo sea gratis. Que chingón que podamos escoger. Si, cada vez hay más mierda, pero también cada vez hay más cosas chingonas.

Ricky, el metalero de closet.
Hace unos días escuchaba una entrevista con Mikael Akerfeldt, de Opeth, a propósito de este tema, y recordé lo mucho que me han valido madre sus últimos discos. Creo que no los escuché más de dos veces. A pesar de la complejidad de sus composiciones, dos escuchadas me bastaron para correr a twitter a escribir mi pendeja opinión que nadie me pidió. Y tal vez lo pude escuchar cien veces y seguir opinando igual, pero el punto es que la velocidad con la que consumimos cultura en estos días, no da pie a segundas oportunidades. Nos encanta o es mierda. No hay medias tintas.

Akerfeldt recordaba, en la misma entrevista, como en los 80, cuando era un metalerito noob, solo podía comprar un disco cada seis meses, así que cada que compraba uno nuevo lo escuchaba hasta asimilarlo completamente, e invariablemente le gustaba. Recuerdo que yo también solía hacerlo; digamos que de los primero cien discos que compré, memoricé cada detalle, incluídas letras, nombres de rolas, portadas y hasta agradecimientos. Y sobra decir que los cien me encantaron. Los hice míos. Pero ya no tenemos tiempo para eso, en parte porque ahora estamos expuestos a muchísimos más contenidos, y en parte porque uno se va volviendo un cínico, apático, snob, mamador-horrible.

Cuando yo era un metalerito noob era chingón conocer a otros metaleritos noob porque casi seguro iban a coincidir en el 90% de las bandas que conocían, el otro 10% representaba todo el potencial de esos metaleros para recomendarse nuevas bandas. Y así, sin internet, prevalecimos.

Hoy he conocido metaleros con los cuales no comparto ni el 30% de bandas en común. Y tampoco es que importe mucho. En los viejos tiempos hubiera sido incomprensible un metalero sin las bases de Metallica, Iron Maiden, Judas Priest, etc. Nos parecían básicos, irremplazables. Pero hoy, bueno, si no conoces a Born of Osiris, no hay pedo, conoces a Veil of Maya. O si no conoces a Tesseract, a lo mejor si conoces a Textures. Y no quiero decir que son intercambiables sino que la cuestión se ha diversificado, y que cada vez hay más bandas, pero menos indispensables.

He sido cínico, apático y snob. Los últimos 200 discos que he escuchado los he escuchado con el cerebro metido en el recto. He comprado discos que no he ni siquiera abierto. He externado opiniones irresponsables… y por cierto, estoy escuchando Exit Wounds de The Haunted… hueva...
Post aprobado por Yustin.

Twitter: @luislemus11

No hay comentarios: